Cómo es el Cielo – II Domingo de Cuaresma – Creo en la vida eterna

La Cuaresma no es un sufrimiento sin sentido, y por ello la Iglesia quiere que a mitad de camino hagamos un alto para pensar en el Cielo, y  por eso, en las LECTURAS DEL SEGUNDO DOMINGO DE CUARESMA (ciclo B) nos trae el relato de la Transfiguración, que nos sirve también para explicar la última afirmación del Credo: creo en la vida eterna: ¿qué es la vida eterna?

Sin embargo, incluso en un domingo que pretende introducir una nota de alegría en medio de la penitencia, se nos recuerda que el sacrificio es la raíz del gozo celestial, y se hace recordándonos el mayor dolor, y hasta el mayor pecado, que se pueda imaginar, con el siempre enigmático relato del sacrificio de Isaac… Entre las muchas explicaciones que pueden darse a esa aparente contradicción de la bondad de Dios con el dar orden a Abraham de que mate a su hijo único, quizá esté precisamente la de inculcar que Dios siempre supera el mal con el bien, incluso el mayor mal que pueda imaginarse, de ahí que la segunda lectura nos recuerde que nadie podrá condenarnos, pues Dios fue más allá de «amago» o de esa advertencia o lección que vimos en Abraham, para llegar al extremo de dar la vida de su Hijo Unigénito.

Pero hoy quería centrarme en la pregunta sobre qué es el Cielo, que hace el sacerdote José Antonio Fernández en este vídeo (desde el minuto 3,30):


Estas consideraciones me parecen también interesantes para afrontar algunos temas que pueden parecer polémicos, por ejemplo estos dos que hemos tratado recientemente:

Los alumnos de 3º de la ESO reciben unas charlas sobre educación afectivo-sexual en las que echo de ver tres ausencias importantes:

  1. Ausencia de advertir los peligros y la realidad: peligros de la píldora del día siguiente, pues aunque se cita que es una bomba de hormonas, no se dicen en concreto sus efectos, no simplemente secundarios, sino hasta mortales; y la realidad, en este caso desde luego mortal, de que tanto esa píldora, como los medios que crean un ambiente que imposibilita la implantación del embrión (diu, etc) no son meros espermicidas, sino embricidas… Ausencia que se comprende, pero no excusa por la…
  2. Ausencia de sentido de la vida más allá del individuo: la sexualidad no aparece como un don para los otros, sino una «cosa», no es cómo soy yo, que soy radicalmente para los demás (y en primer lugar Dios), sino qué tengo, y a ver qué se me ocurre hacer con ello para mayor disfrute…
  3. Ausencia de compromiso: quedó en el aire una palabra que un alumno mencionó cuando quien exponía dijo qué les sugería oír hablar de los afectos y la sexualidad: fidelidad, dijo este alumno, pero eso no interesaba; incluso en uno de los comentarios por grupo uno de los temas que había que tratar -de desmitificar- era la concepción de que lo que se busca en el amor es una media naranja y de que el amor es para siempre: cierto que somos seres en cierto sentido completo y que en teoría son muchas las personas a las que se puede amar (y en cierto sentido todas), pero claramente distinto es el querer ignorar que «amar es para siempre» o, y aquí me parece que viene la conexión con las reflexiones sobre el Cielo, «amar es siempre»… el cielo es amar, y eso es para siempre: en la tierra estamos a prueba, si desechamos que el amor pueda ser para siempre, hemos renunciado al cielo.

El otro tema polémico que me parece relacionable con el cielo es el respeto a la vida, pues siempre que se toca (esta semana fue en 4º de la ESO) salen los defensores del aborto y la eutanasia, y uno piensa que hay que dar rienda suelta a esas ideas para tratar de desmontarlas… pero estas reflexiones sobre el cielo me parecen oportunas porque ayudan no tanto a desmontar como a superar, o mejor dicho atravesar: porque Dios no desmonta el mal, ni tampoco lo supera, sino que lo vence con el bien, pero sufriéndolo; por eso, si la vida solo se ve de tejas abajo, siempre estaremos protestando con un «por qué» (tengo que aguantar una vida -propia o ajena- que me molesta): lo que hay que desenmascarar es que el problema que subyace es el dolor -y el miedo a la infelicidad que suponemos implica- y que no lo venceremos hasta que no sepamos que es ser felices, qué es el cielo y que es «amar siempre»…

Pero dejemos que sea cada cual quien nos cuente qué es para él el cielo.

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