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Icono de la Trinidad, por Rublev (s. XV).

Comprender la Santísima Trinidad en cinco minutos

¿Cómo explicar la Santísima Trinidad en menos de cinco minutos? Si queremos entender cómo es Dios, debemos partir de la perfección suprema, pues sabes que Dios, por ser el mismo Ser subsistente, es la perfección infinita, y por tanto debemos aceptar que le es propio todo lo que signifique perfección, y que, en cambio, debemos negar en Él todo lo que implique imperfección.

Pues bien, pienso que la clave que puede ayudarnos a comprender qué y cómo es la Trinidad, se resume en una palabra que debe describir ese ser perfecto de Dios, y esa palabra no puede ser otra que la de relación, o si lo prefieren amor, o simplemente don: entiéndase que estoy hablando de cómo es Dios en Sí mismo, respecto a sí mismo, es decir, al margen de la creación, por así decirlo, como si tratáramos de describir a Dios antes de crear. Cuando digo, por tanto, que el ser de Dios es relación, no me refiero a que Dios se relacione con otros, sino consigo mismo.
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El martirio, testimonio silencioso del amor de Dios (4º domingo T.O., C)

En las lecturas del 4º Domingo del Tiempo Ordinario (ciclo C) podemos observar tres puntos para comentar. El primero, descriptivo y más obvio es que la predicación recién comenzada de Jesús (en la sinagoga de Nazaret) se encuentra con el rechazo de la gente, que llega al extremo de tratar de matarle. Frente a eso, las lecturas nos hablan de Dios como refugio frente al ataque del mal. La resistencia de Cristo y del cristiano no es violenta: se libra del mal por el poder de Dios. Por eso en un principio no parece que estos textos nos remitan al martirio, pues por esta vez Cristo se salva de morir.

En este contexto el himno a la caridad de San Pablo, en la segunda lectura, parece desentonar del resto. Pero nos da pie al segundo comentario que debía responder no solo a cómo actúa Jesús frente a la violencia, sino a por qué: interpretativo. De hecho, el himno a la caridad tiene algo de descriptivo, al decirnos que la caridad es paciente, etc… La razón por la que Cristo no responde con violencia no es utilitaria (para salvar el pellejo, o porque es preferible llegar a un acuerdo porque la violencia desata una espiral, o para esperar el momento en que ser más fuerte, como haría un movimiento de resistencia latente). San Pablo afirma que la caridad es el mejor de los carismas (carisma es don en griego); ello se muestra en que de las tres virtudes sobrenaturales, fe, esperanza y caridad, la caridad es la única que dura por siempre.

El tercer comentario es finalista, para qué sirve, qué recibiremos a cambio de la caridad, aunque ya está respondido con lo anterior, porque si la caridad dura para siempre es que es la virtud divina por excelencia, Dios es amor y el premio del amor es Dios mismo. Pero el amor en sí mismo es sacrificado, es don de sí, es preferir el bien sin condiciones. Por eso C.S. Lewis, citado por el sacerdote en la homilía que va abajo, distingue cuatro amores: el de afecto, amistad, atracción (eros) y caridad (ágape). Este último, que es la palabra utilizada por san Pablo, se refiere al amor capaz de poner el bien, al otro, por delante del propio gusto o interés.

Aquí es donde el martirio, la muerte causada por odio a la fe y aceptada por el sujeto para seguir adherido al bien sin aceptar el mal, es el testimonio (eso significa martirio en griego) de amor máximo, y por eso puede decirse del amor que no esquiva ni se opone al mal (con otro mal o huyendo), no lo anula, sino que solo tras aceptar sufrir sus consecuencias puede superarlo, lo que es más que una hipotética mera anulación.

El odio a la fe que es la causa del martirio suele verse disimulado, y así en el evangelio de hoy podría decirse que la causa de que sus paisanos quieran matar a Jesús es que les había provocado al mencionar los milagros hechos al general sirio o a la viuda de Sarepta (que no eran israelitas), o que tenían envidia de él, o que querían probar si haría un milagro para salvarse… Pero si recordamos las lecturas del domingo pasado (que fue dedicado a meditar la Sagrada Escritura), la lectura que hizo Jesús afirmaba que había llegado la liberación, una liberación que Jesús también anuncia diciendo «convertíos», porque el Reino de Dios no es liberación de meras imposiciones exteriores, sino del pecado que surge del corazón del hombre; así que el rechazo a Cristo y a su mensaje es un rechazo a esa conversión que siempre es renuncia al egoísmo del propio yo: es un rechazo al amor-ágape precisamente porque implica sacrificio, lo cual es, dicho sea de paso, aún más grave que un mero «odio a la fe», si entendemos que la caridad es un bien mayor que la fe.

A la importancia del amor en la vida de las personas y en la Iglesia se refería santa Teresita del Lisieux al afirmar que había descubierto que su vocación era ser el amor en el corazón de la Iglesia, y  que eso equivalía a tener todas las vocaciones.

Domingo de Pascua: Vivir con Cristo resucitado, clave del cristianismo

Para un creyente, quizá una de las experiencias más sorprendentes sea la de observar que por mucho que se insista en la importancia de ir a misa los domingos, muchos cristianos no la comprendan y, en consecuencia no se sientan ni atraídos ni obligados ante tal evento. La explicación es que no se trata de algo que hay que comprender, sino de vivir con Cristo resucitado o, por el contrario, mirar a Cristo como un personaje del pasado.
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El perdón en la Biblia (Tiempo Ordinario, ciclo C, 24º domingo)

En el domingo 24 del Tiempo Ordinario (ciclo C) la Iglesia expone el tema del perdón en la Biblia con una lectura del AT, un salmo, otra lectura del NT y la parábola del Hijo Pródigo.

Las lecturas (escucharlas en podcast) son del Éxodo (Ex 32, 7-11. 13-14; Moisés obtiene el perdón de Dios invocando la Alianza), el salmo 50, penitencial por excelencia (Sal 50, 3-4. 12-13. 17 y 19, que habla de ponerse en camino de conversión), primera carta de San Pablo a Timoteo (1 Tm 1, 12-17; en la que se presenta como el mayor de los pecadores, y al mismo tiempo ejemplo para otros por haber dejado obrar a la gracia de Dios) y la parábola del Hijo Pródigo (Lc 15, 1-32).

Consultar prédicas sobre estas lecturas (San Juan Pablo II y otros).

Texto de las lecturas.