Ramon Llull, el hombre que demostró el cristianismo

Segunda edición.
Segunda edición.

Hola, les saluda Santiago Mata, en esta ocasión podría decir que he venido a hablar de mi libro, ya que la editorial Rialp ha tenido la gentileza de poner a la venta la segunda edición de esta biografía que titulé Ramon Llull, el hombre que demostró el cristianismo.

Sin embargo, no he venido a hablar de mi libro, más bien quisiera hablarles de Ramon Llull, de  por qué merece la pena que lo conozcan, y solo una vez probado este interés podremos hablar de este libro. Naturalmente, no resumiré aquí toda la obra, pero sí eso que llamo dos secretos sobre Ramon Llull.



Para ganar su atención hacia el personaje, me voy a centrar en dos datos: el primero es que Ramon Llull es el pensador, incluso filósofo español más famoso de la historia. Algo habrá hecho por tanto que merezca atención, tanto más para quienes somos paisanos de este personaje nacido en Mallorca en el siglo XIII.

¿Qué hizo Ramon Llull para ser tan famoso? Como habrán adivinado, si lo llamamos filósofo, es porque elaboró un sistema de pensamiento. Él lo llamó “arte para encontrar la verdad”. ¿En qué consistía?

Más que qué fuera o cómo funcionara eso que Llull llamó “arte para encontrar la verdad” quisiera fijarme en el “para”: el arte es un sistema de pensamiento al servicio del conocimiento y explicación de la fe cristiana. Por eso el subtítulo de este libro es “el hombre que demostró el cristianismo”. Porque el objetivo del arte era proporcionar a cualquier hombre, fuera cual fuese la tradición cultural y religiosa en la que viviera, las pruebas de que lo que afirma la fe católica es verdad.

Y aquí es donde paso a darles esas dos pinceladas que llamo secretos sobre Ramon Llull; pero antes quiero aportar una prueba de que este libro presenta correcta e incluso suficientemente la vida y obra de Ramon Llull. Sería pretencioso que yo mismo lo evaluara, así que tengo la suerte de poderles leer algo que escribió sobre este libro un personaje que era buen conocedor del filósofo mallorquín:

Me refiero al sacerdote Joan Baptista Torelló, a quien presenté el libro cuando lo escribí mientras coincidíamos en ser habitantes de la ciudad de Viena. Torelló, que, además de ser un experto conocedor de Llull, podría decirse que era como él un místico -no en vano una universidad romana ha establecido con su nombre un grupo de investigación sobre “psicología y vida espiritual cristiana”-, escribió entonces que “Ramon Llull, el filósofo hispano de mayor renombre mundial, todavía no contaba con una biografía que explicara su vida y su pensamiento a un público general”.

Torelló: carencia.
Torelló: carencia.

Don Juan Bautista Torelló señalaba una carencia; pero yo me temía seriamente que para un experto como él mi acercamiento al personaje pudiera ser erróneo. Por eso me sorprendió francamente ver cómo, tras referir en ese juicio que yo le pedí sin pretender que pudiera convertirse en una presentación de la obra al público, escribió que en el libro yo abordaba todo tipo de cuestiones sobre Llull y su época, “cuestiones filosóficas, teológicas y místicas” de las que dice Torelló que “quedan al alcance de la mano y se presentan vivas, entramadas en una biografía tan rica en aventuras como la del gran mallorquín”.

Torelló
Torelló

Les dejo pues este juicio de un experto, que aparece presentando la edición, por si tienen a bien elegir este libro como forma de acercarse a Ramon Llull. Además de dejar en la descripción de este vídeo un link para quien quiera comprarlo, lo prometido es deuda y voy a presentarles los dos secretos: el primero es mi síntesis sobre en qué es peculiar ese “arte para encontrar la verdad” ideado por Llull, y el segundo versa sobre la demostración por equiparación.

Qué es lo peculiar de ese arte sobre el que Llull dijo haber sido iluminado por Dios -de ahí que se le apode el doctor iluminado- es algo que, a mi entender, solo puede comprenderse teniendo en cuenta la profesión a la que Llull se había dedicado hasta sus 30 años de edad: él era, en efecto, no un mero cortesano, sino un juglar o trovador, que se pasaba el tiempo tratando de relacionar conceptos entre sí y aplicarlos a las personas -habitualmente mujeres- a quienes dedicaba sus canciones.

Pues bien, el “arte para encontrar la verdad” no es, según mi entender, más que una técnica, un instrumento, incluso un juego, para habituar a la mente humana a manejar las ideas y verdades más excelsas y encontrar las relaciones que tienen entre sí y con los seres, principalmente con el ser de Dios. El arte no es, por tanto, en sí mismo una verdad, ni un contenido, sino un ordenador, una forma de manejar y relacionar los conceptos más elevados, de forma que tras repetidos intentos, la persona llegue a comprender esas verdades.

Por eso, aunque se ha hecho a Llull patrón de la informática, y hasta de la Inteligencia Artificial, y no sin fundamento, ya que su arte se centra en purificar el uso de la lógica, resulta casi incomprensible si no comprendemos que siempre fue un juglar que pretendía experimentar y agotar todas las vías de acercamiento a la verdad de una forma que trataba de ser entretenida, más que para distraer, para provocar en las mentes más diversas una chispa de entendimiento de la verdad. La clave por tanto, es que para comprender las ideas más complejas hay que frotarse con ellas, pensar de formas variadas pero siempre lógicas, luchando contra la monotonía, hasta que, por así decirlo, la mente humana alcanza un conocimiento que en cierto modo le supera.

No me voy a extender más, solo recordarles que esta explicación la tienen desarrollada en torno a la página 104 de este libro y que es uno de los puntos clave que me parece haber aportado.

El segundo secreto, ese que llamo la demostración por equiparación, aparece en torno a la página 150 del libro, y puesto que es el punto cumbre de la lógica que Llull aplica en su arte -no en vano, el libro donde lo explica lo escribió en 1304, poco más de una década antes de morir- quisiera a modo de bonus completar aquí la explicación que en el libro presento de una forma más escueta.

La demostración por equiparación y la Trinidad

Para entender la demostración por equiparación, hay que entender lo que Llull llama la correlación dentro de los seres, y después veremos cómo esa relación entre las partes del ser permite emplear lo que él llama demostración por equiparación y que considera superior a las demostraciones lógicas habituales, que prueban la verdad del efecto a partir del conocimiento de la causa (demostración propter quid) o la verdad de la causa a partir del conocimiento de sus efectos (demostración llamada quia).

La estructura ternaria del ser -eso que Llull llama correlación- se explica y entiende si aceptamos su afirmación de que el ser es actuar, y que si hay acto, entonces hay un agente (que actúa) y un actuable (que recibe la acción), además de dicha acción en la que ambos elementos concuerdan: por tanto en todo ser hay tres elementos.

A estas tres partes del ente las llama Lull “correlativos” y por tanto la correlación es la relación existente entre ellos. Esta correlación se rige por unas operaciones, a las que Llull llama principios, y que están agrupadas (o si se prefiere separadas) en tres grupos de tres: por tanto hay nueve principios, reglas u operaciones lógicos cuya aplicación constituye el elemento más valioso de la filosofía de Llull, ese que él llama demostración por equiparación.

Vayamos ya con la descripción de estas operaciones: Las tres primeras se denominan principio, medio y fin; las tres intermedias se denominan concordancia, diferencia y contrariedad, y las tres finales se llaman mayoridad, igualdad y minoridad.

La respuesta a las operaciones (intermedias) que preguntan si hay en el ser elementos que concuerdan, como cabe intuir, está dada desde el momento en que hemos aceptado que en todo ser hay tres elementos correlativos. Veamos cómo lo explica Llull en el citado libro sobre la Demostración por equiparación de 1304.

Llull suele explicar los argumentos en sus libros con ejercicios prácticos en los que aplica sus silogismos lógicos. En este caso, Llull aplica la equiparación de los elementos correlativos para demostrar que en el ser de Dios hay diferencias, que esos elementos diferentes que llamamos personas en Dios son tres y no más ni menos, y que lo óptimo es llamar a esas tres Personas Padre, Hijo y Espíritu Santo.

De esta forma, la demostración por equiparación lograría según Llull probar la coherencia y excelencia de la doctrina católica sobre la Trinidad: en este sentido se puede decir que Llull demuestra la fe de una forma que él considera más excelente que las tradicionales demostraciones quia, es decir, que aplican a Dios como causa lo que conocemos en los seres que son sus efectos, y que Llull considera siempre imperfectas.

Distinción y pluralidad en Dios.
Distinción y pluralidad en Dios.

Vayamos con la primera de estas demostraciones. Se trata de demostrar que en Dios hay diferencia, es decir, de usar, entre los tres grupos de principios u operaciones, el de en medio, que incluía las operaciones de concordancia, diferencia y contrariedad dentro del ser. Recurriendo al principio de concordancia, se ve que por ser las dignidades o características de Dios actos, llamados por Llull Bondad, Grandeza, Eternidad, etc (hasta 9 dignidades), todas ellas, por concordar en el acto al agente y al actuable, evidencian que en Dios hay pluralidad entre los extremos y el acto en que concuerdan.

Mayoridad
Mayoridad

El segundo paso de la demostración es probar que esos tres elementos no son a su vez plurales, lo que permitiría afirmar que en Dios una y solo una persona es agente, una es actuable y una es acto. Para operar en esta demostración, recurre Llull al principio de mayoridad, que como vimos constituía con los de igualdad y minoridad el tercer grupo de operaciones. Con toda sencillez, concluye Llull que es mayor el agente que hace por sí solo la acción, pues si hubiera varios con esa misión, ninguno de ellos sería el máximo, al repartir su “fuerza” con otros, y por tanto no sería Dios: mayor es, por tanto, que toda la acción del agente, la pasión del actuable y el acto de la acción no estén divididos en sí.

El tercer paso de la demostración trataría de juzgar el nombre más conveniente para estos tres elementos que Llull ya denomina Personas en Dios: para ello, vuelve a echar mano de una de las operaciones de este grupo final de tres, en concreto, si antes se ha referido a la mayoridad, ahora lo hace a la igualdad, y la relaciona con la característica o dignidad del poder de Dios.

Nombres de las Personas divinas.
Nombres de las Personas divinas.

Llull concluye en este ejemplo que para que haya igualdad en el poder divino, cada uno de sus tres elementos, o sea las tres personas, deben de ser lo más iguales entre sí; y la forma mayor de igualdad que conocemos es la que existe entre padre e hijo, por eso conviene al agente (posificativo, en el lenguaje de Llull) el nombre de Padre y al paciente o más bien actuable (para la dignidad del poder, posificado), el hombre de Hijo.

Espíritu Santo y conclusión.
Espíritu Santo y conclusión.

Por último, argumenta que el modo como se realiza la mayor igualdad es el amor, y que por eso conviene a la tercera Persona, que es el acto que une a las otras dos, el nombre de amor, que es el del Espíritu Santo, lo que se aplica para la característica o dignidad del poder con esta frase: “el coigualar sin el amar no podría ser infinito en Poder”.

Hasta aquí esta explicación, que espero no haya sido demasiado farragosa, de la demostración por equiparación. Valga como muestra de que, a veces, la lógica de Llull parece circular, es decir que extrae conclusiones que ya estaban contenidas en las premisas, pero es que, precisamente, y como he expuesto antes al hablar de la esencia del arte, para comprender las grandes verdades lo que hace falta no es aportar nuevos datos, sino darles vueltas una y otra vez hasta comprenderlas.

Sin otro particular que desearles que conozcan la vida y obra del beato Ramon Llull, se despide atentamente, Santiago Mata.

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