La joven Germana Cousin, de Pibrac (cerca de Tolosa de Francia), fue huérfana de madre desde pequeña, y maltratada por la nueva esposa de su padre; vivió y murió como pastora y no llegó a hacer ni la primera comunión, aunque nunca faltaba a misa (lo que dio ocasión supuestamente para algunos milagros). Tras morir en 1601, fue honrada por el párroco con un entierro en la iglesia, pero de nuevo se la olvidó hasta que su cuerpo incorrupto fue hallado en 1644; entonces se documentaron numerosos milagros obtenidos por su intercesión y fue beatificada en 1854 y canonizada en 1867, por san Pío IX. De su cuerpo, profanado por los revolucionarios en 1793, se conservaron los huesos intactos. La casa en que vivió y murió se conserva en la actualidad.
Se la considera patrona de las personas que ha sufrido abusos, particularmente los niños; de los huérfanos, los abandonados, de los que tienen deformidades o enfermedades corporales (ella tenía escrófula y la mano derecha atrofiada), de los pobres en general, de las chicas de ámbitos rurales, de las pastoras y agricultores, etc.
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