José de Ribera: La resurrección de Lázaro.

Resurrección de Lázaro (V domingo de Cuaresma, ciclo A)

Textos del V domingo de Cuaresma, ciclo A, con el evangelio de la resurrección de Lázaro.

Resaltemos dos frases claves: aquella en que Jesús dice que esta enfermedad no es para muerte; y el refreno de Marta, cuando dice que sabe que su hermano resucitará en el último día. A ambas hace referencia el obispo de Getafe en esta homilía:



Homilías de san Juan Pablo II y Benedicto XVI sobre estos textos.

El perdón no es una cancelación por olvido ni el pago de una deuda
Para explicar este misterio hay que comprender que la omnipotencia de Dios no es estática: Dios no impide el mal querido por el diablo y por los hombres, pero tampoco puede dejar de remediarlo: tiene que contrarrestar el mal para llegar a una situación de mayor bien que la anterior.

Por eso, el remedio al pecado -y a todo mal que es su consecuencia- no es una vuelta a la casilla de salida, una reposición o resurrección en sentido reparador, sino una nueva creación: la redención pasa así no por negar el mal y el sufrimiento que causa, ni por un mero «pago» que haga retornar a la situación anterior, como si se tratara de compensar algo malo con un bien igual, sino por una superación que sana el mal en su raíz, el pecado, obedeciendo por amor y con sufrimiento, para mostrar que el bien es más fuerte que el mal que lo creó.

Para reparar el mal -el sufrimiento y la muerte- que es consecuencia del pecado-desobediencia-desamor, Cristo asume con amor-obediencia-sufrimiento la carga del pecado, y muestra así que el poder de Dios es mayor que el del mal, logrando con el perdón un nivel de ser y perfección mayor al original. Su resurrección es necesaria para mostrar la realidad de ese poder: la vida puede más que la muerte.

A este aspecto de hacer instrumento del bien lo que era efecto del mal -sufrimiento y muerte- se refiere el Papa hablando del aspecto profético de la serpiente de bronce:

Los demás hombres podemos, por la comunión de los santos, asociarnos a esa misión, completando con nuestros sufrimientos lo que falta de cumplir en la Pasión de Cristo, pues formamos parte del Cuerpo de Cristo que es la Iglesia. En ese sentido Jesús promete que quien cree en él no morirá eternamente, si bien la muerte no será aniquilada hasta el final de los tiempos, con la resurrección de todos.

Por eso la vida no es un juego, ni puede ser el objeto de la vida la mera eliminación del sufrimiento, aunque aliviarlo es una parte importante de la corredención, que no es mera pasividad, como muestra Jesús en la parábola del buen samaritano y al canonizar a los que hicieron algo por los demás.

El sentido redentor del sufrimiento fue expuesto por san Juan Pablo II en la carta apostólica Salvifici doloris (11 de febrero de 1984, texto y PDF). Veamos el núcleo de su mensaje (punto 19, comienzo del cap. 5, que comienza con un texto del poema del Siervo de Yahvé tomado de Isaías):

Salvifici doloris, 19.
Salvifici doloris, 19.


La participación en la redención con su sacrificio voluntario es pedida incluso a niños tan pequeños como los videntes de Fátima:

La unión con Cristo sufriente es el trasfondo de la vida de santos como el Padre Pío.

Sobre el origen y sentido del dolor encontramos esta explicación en cinco puntos que da un pastor evangélico:

También puede servir esta explicación en un minuto del cardenal Ratzinger:

Juan Pablo II también reflexionó sobre el sufrimiento humano en la carta apostólica Dolentium hominum, con la que estableció la Pontificia Comisión para la Pastoral con Agentes Sanitarios (11 de febrero de 1985, texto). Ese mismo título ha sido el de la revista editada dicha Pontificia Comisión, convertida en Pontificio Consejo (desde 2016 absorbido en el de Desarrollo Humano Integral).

La teóloga Dawn Eden comenta Salvifici doloris en esta serie de vídeos (en inglés):

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