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Domingo IV del Tiempo Ordinario (B): Jesús habla con autoridad

Lecturas de este domingo. En el Deuteronomio (cap. 18) Dios anuncia que suscitará un profeta. El salmo 94 nos habla de no endurecer el corazón. En la Primera carta a los Corintios (cap. 7) san Pablo habla del «trato con el Señor» en distintas circunstancias de la vida, en el Aleluya (Mateo 4,16) se nos habla de la luz grande que brilló y en el Evangelio (Marcos 1, 21-28) la gente de Jerusalén opina sobre la autoridad de Jesús.


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Creo 15: La Virgen María, Madre de Dios y Madre Nuestra

95. María es verdaderamente Madre de Dios porque es la madre de Jesús (Jn 2, 1; 19, 25). En efecto, aquél que fue concebido por obra del Espíritu Santo y fue verdaderamente Hijo suyo, es el Hijo eterno de Dios Padre. Es Dios mismo.

96. Para ser Madre de Dios, María fue concebida inmaculada: en previsión de los méritos de Jesucristo, fue preservada del pecado original desde el primer instante de su concepción.

97. ¿Cómo colabora María al plan divino de la salvación? Siendo inmune de todo pecado personal durante toda su existencia, se ofrece totalmente a la Persona y a la obra de Jesús, su Hijo, abrazando con toda su alma la voluntad divina de salvación.

98. Jesús fue concebido en el seno de la Virgen María sólo por el poder del Espíritu Santo, sin concurso de varón. Él es Hijo del Padre celestial según la naturaleza divina, e Hijo de María según la naturaleza humana, pero es propiamente Hijo de Dios según las dos naturalezas, al haber en Él una sola Persona, la divina.

99. María es siempre virgen en el sentido de que ella «fue Virgen al concebir a su Hijo, Virgen al parir, Virgen durante el embarazo, Virgen después del parto, Virgen siempre» (San Agustín).

100. María tuvo un único Hijo, Jesús, pero en Él su maternidad espiritual se extiende a todos los hombres, que Jesús vino a salvar.