Si en el domingo 28º del Tiempo Ordinario las lecturas nos indicaban que la verdadera sabiduría consiste en seguir a Cristo, las del domingo 29º (ciclo B) nos precisan que no es por nuestras propias fuerzas -como sugerían los apóstoles Santiago y Juan al responder: ¡podemos!- como seguimos a Cristo, sino por la misericordia de Dios. Cristo ha sufrido por nosotros para allanarnos ese camino. La misericordia en raras ocasiones (como fue la de los hermanos Cebedeos) vendrá a abajar nuestras ínfulas para recordarnos que solos no podemos nada, será más frecuente que venga a recordarnos que gracias a Él sí podemos.
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Pedir con humildad es hacerse pobre: Domingo 30º del T.O. (C)
Si en el Domingo 29º del Tiempo Ordinario (ciclo C), con la parábola del juez injusto, Cristo exponía que la oración debe ser insistente, en el Evangelio del 30º Domingo, con la parábola del fariseo y el publicano que suben al templo a orar nos especifica cómo debe ser la oración en su contenido: es precisa la humildad de reconocerse no solamente necesitados de la ayuda divina, como el que insiste en la petición, sino de reconocerse indigno de dicha ayuda, pecador que solo puede invocar la misericordia de Dios y no puede esgrimir méritos: en este sentido no pedimos a Dios «justicia» sino quedar justificados por la fe que se muestra en la oración y en las obras.
Textos de las lecturas del XXX Domingo del Tiempo Ordinario (ciclo C):
Lectura del libro del Eclesiástico (Eclo 35, 12-14. 16-18): La oración del humilde atraviesa las nubes.
Salmo responsorial (Sal 33, 2-3. 17-18. 19 y 23): El afligido invocó al Señor, y él lo escuchó.
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo (2 Tim 4, 6-8. 16-18): Me está reservada la corona de la justicia.
Aleluya (2 Co 5, 19): Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo.
Lectura del santo Evangelio según san Lucas (Lc 18, 9-14): El publicano bajó a su casa justificado, y el fariseo, no.
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¿En qué se diferencian pobreza y humildad? Posiblemente el fariseo fuera más pobre que el publicano, pero se creía rico en méritos. La corona a la que aspiramos son los méritos de Cristo que sólo alcanzamos si nos «afligimos» con la actitud humilde del que ora como el publicano: “¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador”. ¿Ayudan estas reflexiones a entender la doctrina de la justificación por la fe?
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Lázaro y Epulón: el pobre conquista el Cielo (Tiempo ordinario, C, 26º domingo)
Llevamos ya unas semanas meditando sobre pobreza y riqueza, sobre corazones entregados o divididos. En estas lecturas se nos presenta la necesidad de «hacerse pobre»; quizá para que no pensemos que uno nace rico o pobre y ya está predestinado a condenarse o salvarse y no puede cambiar su vida ni el mundo: como dice el Aleluya, Cristo, siendo rico se hizo pobre para enriquecernos a los demás (que, por cierto, repite el del domingo pasado).
Profecía de Amós (Am 6, 1a, 4-7): ¡Ay de aquellos que se sienten seguros!
Salmo 146: El Señor endereza a los que ya se doblan.
Lectura de la primera carta de San Pablo a Timoteo (1 Tim 6, 11-16 ): Combate, conquista la vida eterna, guarda el mandato.
Aleluya (2 Co 8, 9): Jesucristo se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza.
Evangelio según San Lucas (Lc 16, 1-13), el pobre Lázaro y el rico (apodado tradicionalmente Epulón, que deriva del verbo latino epulor, festejar, cenar suntuosamente): recibiste bienes y él males, por eso tú eres atormentado y él consolado. Tus familiares: que escuchen a Moisés y los profetas. Seguir leyendo «Lázaro y Epulón: el pobre conquista el Cielo (Tiempo ordinario, C, 26º domingo)»