La verdad y el bien son la marca de Dios, son inseparables de su Ser, de modo que el deseo de buscarlos constituye una prueba de su existencia, que Él mismo ha inscrito en el ser humano. Este puede ser el hilo conductor de las lecturas del XXVI Domingo del Tiempo Ordinario (ciclo B).
Tanto la primera lectura (Números, 11, 25-29) como el Evangelio (Marcos 9,38 y siguientes) nos presentan una situación similar, en la que alguien quiere impedir acciones «buenas» (profetizar o echar demonios) porque quienes las hacen no están con el grupo de los «buenos» (los que habían sido congregados por Moisés para repartir su espíritu: dos que estaban en la lista se quedaron en el campamento; los discípulos de Jesús: alguien actúa invocando su nombre, pero no va con él).
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