La Doctrina Social de la Iglesia puede hoy calificarse de progresista, explica el historiador José Andrés-Gallego; pero no siempre ha sido así, ya que durante cien años se opuso a la libertad política, aunque siempre defendió la justicia social. Hoy día, su principal aportación es descubrir el valor de la gratuidad en la economía. En esta entrevista nos explica las razones tras estas realidades.
Seguir leyendo «El catolicismo es progresista y va contra el orden constituido (José Andrés-Gallego)»
Etiqueta: Pío XI
Solemnidad de Cristo Rey: un Reino de verdad y amor
El último domingo del año litúrgico, el que encabeza la semana XXXIV del Tiempo Ordinario (en este caso ciclo B), se celebra la solemnidad de Cristo Rey.
La primera lectura, del capítulo 7 del libro de Daniel, señala como características del reino del Hijo del Hombre que es eterno: no pasará. Esto se corresponde, como veremos, con lo que Jesús dice a Pilato de que su Reino no es de este mundo: no se refiere a que no esté en este mundo, sino a que no se limita a este mundo, no es caduco, no pasa, es un bien permanente, eterno, como lo es el Ser de Dios; también podremos relacionarlo, como veremos enseguida, con la eternidad como rasgo propio del alma humana.
El Salmo 93 vuelve a insistir en la eternidad del Reino, pero añade algo: «la santidad embellece tu casa». El Ser de Dios, su Reino, no se impone oprimiendo o poniendo límites, sino al contrario, se difunde como el bien que es posible compartir y comprender, de ahí la referencia a la belleza; elimina toda sombra de maldad, de ahí que se defina como santo.
De la segunda lectura, tomada del primer capítulo del Apocalipsis, resalto la frase que dice que «nos purificó e hizo de nosotros un Reino sacerdotal para Dios». No es un reino militar, que se impone por la violencia y domina un territorio, no es un reino económico, que extrae beneficios materiales, es sacerdotal primero porque está compuesto por nosotros mismos y porque consiste en una ofrenda: no son partes de nosotros, dinero o tiempo, sino toda el alma y todos sus actos los que pueden ser ofrecidos a Dios, y solo valemos en la medida en que estamos purificados, es decir hechos dignos de ser ofrenda, gracias a la ofrenda y el perdón logrados por Cristo con su Pasión y Resurrección.
Por último estamos ya en condiciones de comprender mejor lo que Cristo dice a Pilato según el relato del capítulo 18 del Evangelio de San Juan: soy Rey, doy testimonio de la verdad, el que es de la verdad, escucha mi voz. Buscar la verdad y seguirla es el esfuerzo que se nos pide: el Reino de Dios consiste en cierta violencia, en cierta purificación, pero no impuesta ni exterior, sino impulsada por la búsqueda de la verdad, movida por un amor que es respuesta al primer paso dado por Dios, y que rompe con lo que le lleva en dirección contraria.
Una devoción antigua y nueva: del Pantocrátor a los mártires del siglo XX
Cristo Rey aparece desde la antigüedad en la figura del Pantocrátor y en el Credo (su Reino no tendrá fin); además en el Padre nuestro nos queda claro que el Reino de Dios es el destino de nuestras almas en la Trinidad (venga a nosotros tu Reino), y por tanto si la Humanidad de Cristo es el camino, el Espíritu Santo es quien lo obra en nosotros. En occidente, desde el siglo XII se profundiza más en el misterio de la Pasión de Cristo, en su representación crucificado más que en su gloria, pero no es una negación de lo anterior, sino la consideración de que Dios reina desde la cruz (regnavit a ligno Deus): el arte románico incluye a Cristo en la cruz, aunque sigue siendo mayestático, y solo con el gótico aparece visiblemente el dolor de Cristo.
En la edad moderna, la devoción al Sagrado Corazón, que debe ser amado y adorado, impulsa también la de Cristo Rey, que solo en 1925 se concreta en la solemnidad que proclama con su primera encíclica Pío XI en 1925. Es una época de rebeliones antirreligiosas, después de una también profundamente inhumana Gran Guerra; y resulta profético tanto que empiece tratando este tema el Papa que condenará los totalitarismos en sucesivas encíclicas, como el hecho de que al año siguiente comience en México una persecución religiosa en 1926 que dará muerte a innumerables mártires (relacionados o no con el movimiento cristero), quienes manifestarán su disposición para sufrir cualquier mal antes que hacerlo, gritando «¡Viva Cristo Rey!», tanto en esa persecución como en la posterior de España (con martirios entre 1934 y 1939) y la causada por el nazismo (con martirios desde 1934 en Alemania, desde 1939 en Polonia y otros países).