El Reino de Dios o el Reino de los Cielos es Dios mismo para el hombre, es decir, el bien a que aspiramos, la verdad que queremos conocer, y por ello también la Ley que nos conduce hacia quien es la felicidad del hombre y por ello también juez: a ello remiten las tres parábolas del capítulo 13 de san Mateo que leemos en el Evangelio del Domingo 17º del Tiempo Ordinario (ciclo A) y las lecturas en que Salomón pide a Dios la Sabiduría, o el salmo que alaba la Ley de Dios. Si Jesús utiliza la expresión Reino de Dios o Reino de los Cielos en vez de sencillamente Dios es para cumplir el mandamiento que prohibía a los judíos utilizar directamente el nombre de Dios.
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Domingo 26: Reconducir los sentimientos hacia una pasión noble
Si en el domingo 25 (Si no te paras y agradeces, das coces) se nos decía que los últimos pueden ser los primeros en función de su actitud, las lecturas del domingo 26 nos recuerdan que incluso cuando hayamos vuelto atrás por el pecado, podemos recuperar posiciones mediante la penitencia. Todo tiene remedio, incluso la muerte, a condición de que sepamos ser penitentes, o, en palabras del párroco de Simancas, reconducir los sentimientos hacia una pasión noble (en vez de dejarnos dominar por ellos, que es el sentimentalismo dominante).
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Pedir con humildad es hacerse pobre: Domingo 30º del T.O. (C)
Si en el Domingo 29º del Tiempo Ordinario (ciclo C), con la parábola del juez injusto, Cristo exponía que la oración debe ser insistente, en el Evangelio del 30º Domingo, con la parábola del fariseo y el publicano que suben al templo a orar nos especifica cómo debe ser la oración en su contenido: es precisa la humildad de reconocerse no solamente necesitados de la ayuda divina, como el que insiste en la petición, sino de reconocerse indigno de dicha ayuda, pecador que solo puede invocar la misericordia de Dios y no puede esgrimir méritos: en este sentido no pedimos a Dios «justicia» sino quedar justificados por la fe que se muestra en la oración y en las obras.
Textos de las lecturas del XXX Domingo del Tiempo Ordinario (ciclo C):
Lectura del libro del Eclesiástico (Eclo 35, 12-14. 16-18): La oración del humilde atraviesa las nubes.
Salmo responsorial (Sal 33, 2-3. 17-18. 19 y 23): El afligido invocó al Señor, y él lo escuchó.
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo (2 Tim 4, 6-8. 16-18): Me está reservada la corona de la justicia.
Aleluya (2 Co 5, 19): Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo.
Lectura del santo Evangelio según san Lucas (Lc 18, 9-14): El publicano bajó a su casa justificado, y el fariseo, no.
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¿En qué se diferencian pobreza y humildad? Posiblemente el fariseo fuera más pobre que el publicano, pero se creía rico en méritos. La corona a la que aspiramos son los méritos de Cristo que sólo alcanzamos si nos «afligimos» con la actitud humilde del que ora como el publicano: “¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador”. ¿Ayudan estas reflexiones a entender la doctrina de la justificación por la fe?
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