Por el pecado se rompió la relación que Dios quiso establecer con cada hombre, la naturaleza quedó dañada, pero Dios tenía una solución.
La Pascua recuerda que Dios restablece su relación con el hombre haciéndose Hombre, saldando la deuda del pecado y resucitando para darnos vida eterna.
Dios restablece su relación dando al hombre dos muletas, la oración y la Eucaristía, y pidiéndole que cumpla sus mandamientos para ser feliz.
La existencia de Dios y la inmortalidad del alma son verdades que se pueden conocer de forma natural, pero no evidente: requieren demostración.
La Iglesia nos explica por qué debemos creer cuatro dogmas sobre Santa María: que es Madre de Dios, Inmaculada, siempre Virgen y Asunta al cielo.
La igual dignidad de cada ser humano y el respeto a su vida es un imperativo moral del que dependen todas las leyes sociales.
El cuarto mandamiento nos enseña que debemos amar la sociedad partiendo de los principios de subsidiariedad y solidaridad: la educación es misión de los padres.
Por qué es necesario tratar a Dios con confianza, con frecuencia, con perseverancia, en comunión con la Iglesia y evitando las distracciones.
La Virgen es llena de gracia, luego Dios no pudo negarle nada que le acercara a Dios, ninguna gracia que fuera conveniente para la santidad. El sacerdocio es otra cosa.
Dios ha compartido con los hombres y mujeres su vida y el poder de transmitirla mediante la comunión de vida y amor formada a partir de cada matrimonio.
La devoción reparadora al Sagrado Corazón, la Gran Promesa que hizo a España, la Divina Misericordia y la consagración al Corazón Inmaculado de María.