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Si el poder corrompiera, Dios sería el primer corrupto

El poder político ni es malo ni corrompe: frente a esa idea se yergue la frase que nos recuerdan las lecturas del Domingo 29º del Tiempo Ordinario (ciclo A), «dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios», que no debe entenderse como separación, exclusión o incompatibilidad, sino solo como afirmación de la libertad que Dios da al hombre cuando le hace partícipe de su poder.

Para no caer en el maniqueísmo de rechazar lo mundano y en particular la política, como si fuera un ámbito en el que la religión nada tiene que decir, nos recuerdan las demás lecturas que el poder de Dios está en todas partes y en todo, también en aquellos, como Ciro, que no saben que Dios obra a través de ellos.

La frase debe entenderse, a mi parecer, como muestra del orden de las causas: Dios muestra su grandeza depositando su poder en causas a las que asemeja consigo hasta el punto de hacerlas libres: dad al César lo que es del César y así daréis a Dios lo que es de Dios al respetar el orden que ha querido para la sociedad humana.


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Al César lo que es del César

Para ir al Cielo: servir a Dios y a los hombres; caridad

En el día del DOMUND el Evangelio trae la famosa frase de «Dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios», que por cierto ya se puede usar como imperativo (dar en vez de dad). Será interesante no pasar por alto las otras lecturas, que nos hablan de que Dios llama a todos a la santidad, para relacionar las lecturas de este domingo con las del anterior (28º Domingo) y con el propio hecho del DOMUND.

29º DOMINGO del Tiempo Ordinario (ciclo A).

Si el domingo pasado la santidad, el Cielo, se comparaba a un banquete al que todos estamos invitados, hoy se nos explica más sobre cómo Dios nos llama:

Primera lectura: Is 45, 1. 4-6. Dios se sirve incluso de los que no le conocen (el emperador Ciro) para hacer llegar a todos su llamada: «aunque no me conoces, para que sepan de Oriente a Occidente que no hay otro fuera de mí».

Dios llama a todos, y el para qué es darle gloria, nos lo dice el salmo (Sal 95, 1 y 3. 4-5. 7-8a. 9-10ac:

Porque es grande el Señor, y muy digno de alabanza…

(Quizá por esto ha sido elegido este domingo como el del DOMUND o estas lecturas para el que ya era domingo de las misiones.)

En la segunda lectura, san Pablo (1 Tes 1, 1-5) ya va concretando cómo se pone en práctica la respuesta a esa llamada: con las virtudes sobrenaturales: «sin cesar recordamos ante Dios, nuestro Padre, la actividad de vuestra fe, el esfuerzo de vuestro amor y la firmeza de vuestra esperanza en Jesucristo».

El aleluya (Flp 2, 15d. 16a) nos recuerda que ese ejercicio de las virtudes influye en los demás: «Brilláis como lumbreras del mundo».

Y el Evangelio (Mt 22, 15-21), que tradicionalmente se ha interpretado como si hubiera una tensión entre dos extremos -ser de Dios o ser del César- a equilibrar, probablemente sería mejor comprenderlo como las dos caras de una misma moneda que nos abre la puerta del Cielo, la caridad: amarás a Dios sobre todas las cosas, y al prójimo como a ti mismo; es imposible alcanzar la perfección individualmente, estamos atados por vínculos indisolubles a los demás. Por supuesto, cumplir las obligaciones sociales obliga a los cristianos a ser los mejores ciudadanos (y pagar impuestos), pero no nos limitamos a cumplir lo que exige el orden temporal, queremos para todos la felicidad eterna.