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Antonio Peris: Nuestra Señora de Gracia.

Credo 29: La Comunión de los Santos y la Maternidad universal de María

Tras estudiar la Iglesia, el Credo nos hace reflexionar sobre la Comunión de los Santos, producto de compartir las cosas santas y cuyo efecto es la unión real de las personas.

En este punto el Compendio del Catecismo incluye la meditación de María como Madre de la Iglesia e intercesora universal: aquí sería también razonable haber hecho referencia a las indulgencias; sin embargo, el compendio no las mencionará hasta hablar, algo más adelante en el Credo, de la Vida Eterna (y por ello del Purgatorio: pero precisamente remitiendo a la comunión de los santos, p. 211), y más adelante al hablar del sacramento de la Penitencia (p. 312).
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Creo 15: La Virgen María, Madre de Dios y Madre Nuestra

95. María es verdaderamente Madre de Dios porque es la madre de Jesús (Jn 2, 1; 19, 25). En efecto, aquél que fue concebido por obra del Espíritu Santo y fue verdaderamente Hijo suyo, es el Hijo eterno de Dios Padre. Es Dios mismo.

96. Para ser Madre de Dios, María fue concebida inmaculada: en previsión de los méritos de Jesucristo, fue preservada del pecado original desde el primer instante de su concepción.

97. ¿Cómo colabora María al plan divino de la salvación? Siendo inmune de todo pecado personal durante toda su existencia, se ofrece totalmente a la Persona y a la obra de Jesús, su Hijo, abrazando con toda su alma la voluntad divina de salvación.

98. Jesús fue concebido en el seno de la Virgen María sólo por el poder del Espíritu Santo, sin concurso de varón. Él es Hijo del Padre celestial según la naturaleza divina, e Hijo de María según la naturaleza humana, pero es propiamente Hijo de Dios según las dos naturalezas, al haber en Él una sola Persona, la divina.

99. María es siempre virgen en el sentido de que ella «fue Virgen al concebir a su Hijo, Virgen al parir, Virgen durante el embarazo, Virgen después del parto, Virgen siempre» (San Agustín).

100. María tuvo un único Hijo, Jesús, pero en Él su maternidad espiritual se extiende a todos los hombres, que Jesús vino a salvar.