Categoría: BIBLIA

Si el poder corrompiera, Dios sería el primer corrupto

El poder político ni es malo ni corrompe: frente a esa idea se yergue la frase que nos recuerdan las lecturas del Domingo 29º del Tiempo Ordinario (ciclo A), «dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios», que no debe entenderse como separación, exclusión o incompatibilidad, sino solo como afirmación de la libertad que Dios da al hombre cuando le hace partícipe de su poder.

Para no caer en el maniqueísmo de rechazar lo mundano y en particular la política, como si fuera un ámbito en el que la religión nada tiene que decir, nos recuerdan las demás lecturas que el poder de Dios está en todas partes y en todo, también en aquellos, como Ciro, que no saben que Dios obra a través de ellos.

La frase debe entenderse, a mi parecer, como muestra del orden de las causas: Dios muestra su grandeza depositando su poder en causas a las que asemeja consigo hasta el punto de hacerlas libres: dad al César lo que es del César y así daréis a Dios lo que es de Dios al respetar el orden que ha querido para la sociedad humana.


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Cúpula del Valle de los Caídos

¿Qué es el Reino de Dios?: Dios mismo para mí (Domingo 17º del Tiempo Ordinario, A)

El Reino de Dios o el Reino de los Cielos es Dios mismo para el hombre, es decir, el bien a que aspiramos, la verdad que queremos conocer, y por ello también la Ley que nos conduce hacia quien es la felicidad del hombre y por ello también juez: a ello remiten las tres parábolas del capítulo 13 de san Mateo que leemos en el Evangelio del Domingo 17º del Tiempo Ordinario (ciclo A) y las lecturas en que Salomón pide a Dios la Sabiduría, o el salmo que alaba la Ley de Dios. Si Jesús utiliza la expresión Reino de Dios o Reino de los Cielos en vez de sencillamente Dios es para cumplir el mandamiento que prohibía a los judíos utilizar directamente el nombre de Dios.

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Tiziano: Cristo con la Cruz a cuestas.

Vida de Cristo, por Fray Luis de Granada

Versión en audio y en vídeo de la Vida de Cristo de Fray Luis de Granada: es un resumen del Evangelio acompañado de consideraciones ascéticas para buscar la unión del alma con Dios y dura 1 hora y 17 minutos.

Cuadros del Museo del Prado que la ilustran en el vídeo que he colgado de mi canal Santos en Youtube:
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El perdón de Dios: parábola del padre y sus dos hijos (hijo pródigo)

El perdón es la  mayor expresión de bondad: de ahí que la primera lectura y el salmo parezcan no hacer referencia a la reconciliación, ya que hablan de la entrada en la tierra prometida y de la bondad del Señor en general: la segunda ya dice que nos dejemos reconciliar y el evangelio es el del hijo pródigo. Y todo ello (en las lecturas de la 4ª semana de Cuaresma ciclo C) en el domingo laetare: la alegría apunta a la Pascua, pero ante todo la acogemos al pedir perdón.

Apostolado y testimonio: misión de cada cristiano

Pescador de hombres es la profesión que Jesús da a Pedro después de la pesca milagrosa que relata san Lucas. Esta y las demás lecturas del V Domingo del Tiempo Ordinario (ciclo C) afirman que el apostolado es misión de todos y cada uno de los cristianos. En la primera lectura, Isaías se ve indigno de ser llamado por Dios, en el salmo se confía en que «el Señor hará todo por mí» y en la segunda lectura san Pablo se presenta como el último de los apóstoles, pero no por ello ineficaz: eso sí, si ha dado fruto es porque lo que predica no son sus ideas o sentimientos, sino que transmite lo que recibió de Cristo.

Más que con sesudas reflexiones, la lección que podemos aprender hoy es la de que para predicar, para ser testigo de Cristo, lo que se requiere es unión personal con Él. A ello hace referencia en este vídeo de su canal de Youtube la mexicana Clara Cuevas:

¿Cómo es posible ese encuentro personal al que hace referencia Clara? En este otro vídeo, el sacerdote José Antonio F. sugiere buscarlo orando con el Evangelio, y señala (minuto 6:00) cuatro episodios que pueden dar luz al respecto:

¿Qué es un mártir?

El testimonio desde siempre más venerado por los cristianos es el de quienes llegan a sacrificar su vida con tal de ser coherentes con su fe. Cuando sufren a causa de los perseguidores de la fe, se les llama mártires. Un ejemplo próximo al martirio lo tenemos en Ignacio Echevarría, al que está dedicado el musical Skate Hero, preparado para nosotros en la Cubierta de Leganés el 11 de marzo (si quieres ir, apúntate en las tareas del aula digital). Su padre, Joaquín, dice en esta charla que la muerte de su hijo ha sido útil y puede serlo más si es dada a conocer:

Divulgar el ejemplo que dio Ignacio es el objeto del musical Skate Hero.

Vacuna y solución frente al mal

Y ya que hablamos de mártires, invito a la presentación de mi libro Mártires cristianos durante el nazismo:

El martirio, testimonio silencioso del amor de Dios (4º domingo T.O., C)

En las lecturas del 4º Domingo del Tiempo Ordinario (ciclo C) podemos observar tres puntos para comentar. El primero, descriptivo y más obvio es que la predicación recién comenzada de Jesús (en la sinagoga de Nazaret) se encuentra con el rechazo de la gente, que llega al extremo de tratar de matarle. Frente a eso, las lecturas nos hablan de Dios como refugio frente al ataque del mal. La resistencia de Cristo y del cristiano no es violenta: se libra del mal por el poder de Dios. Por eso en un principio no parece que estos textos nos remitan al martirio, pues por esta vez Cristo se salva de morir.

En este contexto el himno a la caridad de San Pablo, en la segunda lectura, parece desentonar del resto. Pero nos da pie al segundo comentario que debía responder no solo a cómo actúa Jesús frente a la violencia, sino a por qué: interpretativo. De hecho, el himno a la caridad tiene algo de descriptivo, al decirnos que la caridad es paciente, etc… La razón por la que Cristo no responde con violencia no es utilitaria (para salvar el pellejo, o porque es preferible llegar a un acuerdo porque la violencia desata una espiral, o para esperar el momento en que ser más fuerte, como haría un movimiento de resistencia latente). San Pablo afirma que la caridad es el mejor de los carismas (carisma es don en griego); ello se muestra en que de las tres virtudes sobrenaturales, fe, esperanza y caridad, la caridad es la única que dura por siempre.

El tercer comentario es finalista, para qué sirve, qué recibiremos a cambio de la caridad, aunque ya está respondido con lo anterior, porque si la caridad dura para siempre es que es la virtud divina por excelencia, Dios es amor y el premio del amor es Dios mismo. Pero el amor en sí mismo es sacrificado, es don de sí, es preferir el bien sin condiciones. Por eso C.S. Lewis, citado por el sacerdote en la homilía que va abajo, distingue cuatro amores: el de afecto, amistad, atracción (eros) y caridad (ágape). Este último, que es la palabra utilizada por san Pablo, se refiere al amor capaz de poner el bien, al otro, por delante del propio gusto o interés.

Aquí es donde el martirio, la muerte causada por odio a la fe y aceptada por el sujeto para seguir adherido al bien sin aceptar el mal, es el testimonio (eso significa martirio en griego) de amor máximo, y por eso puede decirse del amor que no esquiva ni se opone al mal (con otro mal o huyendo), no lo anula, sino que solo tras aceptar sufrir sus consecuencias puede superarlo, lo que es más que una hipotética mera anulación.

El odio a la fe que es la causa del martirio suele verse disimulado, y así en el evangelio de hoy podría decirse que la causa de que sus paisanos quieran matar a Jesús es que les había provocado al mencionar los milagros hechos al general sirio o a la viuda de Sarepta (que no eran israelitas), o que tenían envidia de él, o que querían probar si haría un milagro para salvarse… Pero si recordamos las lecturas del domingo pasado (que fue dedicado a meditar la Sagrada Escritura), la lectura que hizo Jesús afirmaba que había llegado la liberación, una liberación que Jesús también anuncia diciendo «convertíos», porque el Reino de Dios no es liberación de meras imposiciones exteriores, sino del pecado que surge del corazón del hombre; así que el rechazo a Cristo y a su mensaje es un rechazo a esa conversión que siempre es renuncia al egoísmo del propio yo: es un rechazo al amor-ágape precisamente porque implica sacrificio, lo cual es, dicho sea de paso, aún más grave que un mero «odio a la fe», si entendemos que la caridad es un bien mayor que la fe.

A la importancia del amor en la vida de las personas y en la Iglesia se refería santa Teresita del Lisieux al afirmar que había descubierto que su vocación era ser el amor en el corazón de la Iglesia, y  que eso equivalía a tener todas las vocaciones.

En Italia, o quizá solo en Roma, parece ser común que el Papa bendiga los anillos de boda, según se deduce de esta imagen que aparece en este vídeo: https://youtu.be/TBwH1mD50vU?t=128

Las bodas de Caná, el matrimonio y la alianza entre Dios y los hombres (2º Domingo T.O., ciclo C)

En Italia, o quizá solo en Roma, parece ser común que el Papa bendiga los anillos de boda, según se deduce de esta imagen que aparece en este vídeo: https://youtu.be/TBwH1mD50vU?t=128
En Italia, o quizá solo en Roma, parece ser común que el Papa bendiga los anillos de boda, según se deduce de esta imagen que aparece en este vídeo: https://youtu.be/TBwH1mD50vU?t=128

Los textos del segundo domingo del Tiempo Ordinario (ciclo C) tienen como centro el relato del milagro en las bodas de Caná.

La primera lectura, de Isaías (62, 1-5) nos deja claro que el matrimonio no es una institución humana, y mucho menos diabólica o enfrentada al plan de salvación (como pensaban los maniqueos y particularmente los cátaros albigenses): tu tierra tendrá un esposo; con esto anuncia Dios una alianza eterna, y que él mismo será el esposo, de ahí que ese sea uno de los nombres de Cristo.

En el salmo 96 se pide a toda la tierra que festeje la gloria de Dios, es una fiesta a la que estamos todos invitados, formamos todos una familia, de ahí que se pida que «aclamen al Señor, familias de los pueblos». No se trata de la victoria de unos que tienen ventaja sobre otros.

En la segunda lectura san Pablo (1ª Corintios 12, 4-11) deja claro que hay un bien común, pero no una receta para todos, sino un camino de santidad personal por el que el Espíritu Santo lleva a cada uno: aquí no se menciona el matrimonio, que será el camino habitual con el que las personas sirvan al bien común, sino precisamente ese hecho de que nos ayudamos unos a otros. El matrimonio no es una vocación «universal» en el sentido de que sea obligatoria, lo obligatorio es el servicio a la comunidad, al bien común.

Dentro del Evangelio de san Juan (2,1-11) hay muchas cosas que resaltar, en primer lugar, la presencia a un tiempo de la Virgen y de Jesús con sus discípulos: con esta presencia Cristo eleva al matrimonio al nivel de sacramento, resaltando al mismo tiempo que es una institución natural (instituida en la misma creación de la pareja humana), y por el hecho de que no es él quien «oficia» la ceremonia, podemos resaltar que los ministros del sacramento son los cónyuges.

Para comprender lo que significa la presencia de Cristo en Caná podemos decir que a Dios no solo no le parece mal que la gente se case -hasta el punto de que compara su relación con los hombres con el matrimonio- sino que al asistir a esa boda quiere hacer a los novios un regalo: y el regalo, la gracia de Dios, viene habitualmente en forma de sacramento: por eso quien se quiere amigo de Dios le invita a su boda, y Él les da el regalo de su presencia, y la gracia del sacramento con que les acompaña.

En el hecho de terminarse el vino antes del final de la boda podemos ver la presencia de la concupiscencia, en general el desgaste de todo lo humano. La intercesión universal de la Virgen es clara en su interpelación «no tienen vino» (así como su perspicacia de ama de casa), mientras que su ordenación a Cristo como único Salvador está clara en su consejo: «haced lo que Él os diga». En el amago de Jesús por zafarse podemos ver que Dios quiere que perseveremos en nuestras peticiones: es más, lo lógico es deducir que, antes que la Virgen, Cristo sabía que se acababa el vino, pero esperó a que la Virgen se lo pidiera para actuar. En la conversión del agua en un vino de gran calidad podemos ver cómo siempre Dios mejora sus propios planes y desde luego nuestras expectativas, que no se limita a reparar lo estropeado. En el hecho de que los discípulos creyeran en Jesús podemos ver la utilidad de los milagros en el plan de Dios.

Puedes repasar alguna de estas realidades en este Kahoot.

Frontal de Guils; finales s. XIII, Museo del Prado.

Solemnidad de Cristo Rey: un Reino de verdad y amor

El último domingo del año litúrgico, el que encabeza la semana XXXIV del Tiempo Ordinario (en este caso ciclo B), se celebra la solemnidad de Cristo Rey.

La primera lectura, del capítulo 7 del libro de Daniel, señala como características del reino del Hijo del Hombre que es eterno: no pasará. Esto se corresponde, como veremos, con lo que Jesús dice a Pilato de que su Reino no es de este mundo: no se refiere a que no esté en este mundo, sino a que no se limita a este mundo, no es caduco, no pasa, es un bien permanente, eterno, como lo es el Ser de Dios; también podremos relacionarlo, como veremos enseguida, con la eternidad como rasgo propio del alma humana.

El Salmo 93 vuelve a insistir en la eternidad del Reino, pero añade algo: «la santidad embellece tu casa». El Ser de Dios, su Reino, no se impone oprimiendo o poniendo límites, sino al contrario, se difunde como el bien que es posible compartir y comprender, de ahí la referencia a la belleza; elimina toda sombra de maldad, de ahí que se defina como santo.

De la segunda lectura, tomada del primer capítulo del Apocalipsis, resalto la frase que dice que «nos purificó e hizo de nosotros un Reino sacerdotal para Dios». No es un reino militar, que se impone por la violencia y domina un territorio, no es un reino económico, que extrae beneficios materiales, es sacerdotal primero porque está compuesto por nosotros mismos y porque consiste en una ofrenda: no son partes de nosotros, dinero o tiempo, sino toda el alma y todos sus actos los que pueden ser ofrecidos a Dios, y solo valemos en la medida en que estamos purificados, es decir hechos dignos de ser ofrenda, gracias a la ofrenda y el perdón logrados por Cristo con su Pasión y Resurrección.

Por último estamos ya en condiciones de comprender mejor lo que Cristo dice a Pilato según el relato del capítulo 18 del Evangelio de San Juan: soy Rey, doy testimonio de la verdad, el que es de la verdad, escucha mi voz. Buscar la verdad y seguirla es el esfuerzo que se nos pide: el Reino de Dios consiste en cierta violencia, en cierta purificación, pero no impuesta ni exterior, sino impulsada por la búsqueda de la verdad, movida por un amor que es respuesta al primer paso dado por Dios, y que rompe con lo que le lleva en dirección contraria.

Una devoción antigua y nueva: del Pantocrátor a los mártires del siglo XX

Cristo Rey aparece desde la antigüedad en la figura del Pantocrátor y en el Credo (su Reino no tendrá fin); además en el Padre nuestro nos queda claro que el Reino de Dios es el destino de nuestras almas en la Trinidad (venga a nosotros tu Reino), y por tanto si la Humanidad de Cristo es el camino, el Espíritu Santo es quien lo obra en nosotros. En occidente, desde el siglo XII se profundiza más en el misterio de la Pasión de Cristo, en su representación crucificado más que en su gloria, pero no es una negación de lo anterior, sino la consideración de que Dios reina desde la cruz (regnavit a ligno Deus): el arte románico incluye a Cristo en la cruz, aunque sigue siendo mayestático, y solo con el gótico aparece visiblemente el dolor de Cristo.

En la edad moderna, la devoción al Sagrado Corazón, que debe ser amado y adorado, impulsa también la de Cristo Rey, que solo en 1925 se concreta en la solemnidad que proclama con su primera encíclica Pío XI en 1925. Es una época de rebeliones antirreligiosas, después de una también profundamente inhumana Gran Guerra; y resulta profético tanto que empiece tratando este tema el Papa que condenará los totalitarismos en sucesivas encíclicas, como el hecho de que al año siguiente comience en México una persecución religiosa en 1926 que dará muerte a innumerables mártires (relacionados o no con el movimiento cristero), quienes manifestarán su disposición para sufrir cualquier mal antes que hacerlo, gritando «¡Viva Cristo Rey!», tanto en esa persecución como en la posterior de España (con martirios entre 1934 y 1939) y la causada por el nazismo (con martirios desde 1934 en Alemania, desde 1939 en Polonia y otros países).

Domingo 32 T.O. (B): Las dos viudas: Todo se lo debemos (dar) a Dios

Las lecturas del Domingo 32 del tiempo ordinario giran en torno a los casos de dos viudas a las que Dios parece pedir que renuncien a lo que necesitan en su vida, pero en realidad es que Dios quiere darse a nosotros, aunque hace falta fe para ver que salimos ganando por mucho que demos… Y es que no damos de lo nuestro, sino que caemos en la cuenta de que todo lo que tenemos es don de Dios y que damos fruto al «devolvérselo» a Dios voluntariamente: Dios no nos quita nada, nos quiere a nosotros pero no para quitarnos, es para que aceptemos el don de vivir con Él… De ahí que la segunda lectura insista en la perfección del sacerdocio de Cristo: no es alguien que nos pida un pago, es alguien que nos da más de lo que imaginamos.

La semana pasada vimos a Jesús exponer que hay que amar a Dios y al prójimo, hoy parece que nos explica cuáles son los obstáculos, o sea el mal que nos puede frenar en el camino: el poner primero al yo, en primer lugar están los obstáculos interiores, los escribas, la soberbia; y luego los obstáculos exteriores, representados aquí por la pobreza. No podemos esperar a que no haya inconvenientes para amar a Dios (en sí o en los demás). El ejemplo de las viudas puede verse hoy en el ejemplo de esa madre cuya hija murió atropellada y que tras asistirla animándola a ir al cielo en sus últimos instantes de vida fue a abrazar a la otra madre de familia, la que la había atropellado. Más tarde, ella y su marido escribieron esta carta.
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Shemá Israel: y al prójimo como a ti mismo

Las lecturas del XXXI Domingo del Tiempo Ordinario (Ciclo B) dan un paso más sobre en qué consiste ese seguimiento de Cristo que el domingo anterior emprendió el ciego Bartimeo: se requiere la misericordia de Dios y la colaboración humana, y esta con todas las fuerzas, con todo el corazón, y de forma práctica, de modo que para amar a Dios, como prescribía la Shemá Israel, hay que amar al prójimo como a uno mismo. Cristo completa la enseñanza del Antiguo Testamento mostrando la otra cara de la moneda de la caridad.
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